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Periferias de género

 

 

Una imagen es un producto cargado ideológicamente, y no es en absoluto neutral ni inocente. El tipo de representación habla muchas veces en nombre del discurso dominante en la sociedad en la cual ha sido producida. En la actualidad, donde todo es imprimible y etiquetable, vivimos rodeadas de imágenes de mujeres estereotipadas producidas sobre infinidad de soportes y productos, que asimilamos y hasta consumimos. En “Periferias de Género” trabajé la capacidad de la “producción visual” como un instrumento de las formas de poder y también como ensayo contra-discursivo de subjetividad y sociabilidad. Para abordar nuevas construcciones y subjetividades, invité a vecinos y vecinas del Centro Cultural Casa Planas a participar en la exposición, mostrando una representación femenina, en cualquier soporte y formato, que tuvieran en su casa o local. Además de encontrar representaciones de mujeres, se tejieron micro-relatos y se evidenciaron los estereotipos asociados a la representación femenina.

 

Blanca vive justo detrás del Centre Cultural Casa Planas, cuándo llegó de Madrid hace 50 años, - me comenta riendo - que cómo no tenía ningún cuadro en casa empezó a copiar al óleo todo tipo de láminas que le llegaban. En esos años ha conseguido forrar todas las paredes de su casa con coloridos lienzos de paisajes de la Serra de Tramuntana, bodegones, patios andaluces, casas ibicencas, retratos de payasos, iglesias, monaguillos y mujeres: flamencas, junto al mar de Joaquín Sorolla, algunos semidesnudos, y todas sin rostro. La ausencia de rostros en todas los cuadros era demasiado evidente. Blanca comentó al respecto que eran difíciles de hacer. Pero, ¿y las caras de los hombres? -“Ah, pues sí, hija, mis monaguillos sí que tienen rostro, y éste también, mira qué bonito”. Otra vez, se hacía evidente que Blanca tenía mucha práctica, se ha dedicado a la pintura durante muchos años y sabría reproducir perfectamente las facciones de una cara, pero las imágenes a las que había tenido acceso, las mujeres no tenían rostro.

 

Ángela, vive en una calle colindante con Casa Planas, en una planta baja, con dos perros, un hijo y un marido. Me enseña los dibujos realizados por su hija Laura cuando era adolescente, ahora tiene diecinueve años y vive en una casa okupa en Valencia. Es una grisalla de una chica punk, fumando y tatuada. Ángela me cuenta que Laura se representó en esos dibujos cómo quería ser de mayor, cuando tenía 15 años. Este cuadro no lo tiene colgado, ni enmarcado. Otra imagen que sí está colgada, enmarcada en casa de Ángela y bien grande es una lámina de Renoir4 (de la que también existe la versión imprimible en camisetas) de una chica adolescente, con la mirada perdida y gran escote. En un plano muy picado, con paisaje difuso en su entorno, la chica joven aguanta unas margaritas con la mano. Ángela comenta que es un cuadro que trajo su suegra hace muchos años y ahí se quedó. Entre las dos imágenes de las mujeres adolescentes hay una diferencia inherente al sujeto productor de la imagen, donde la chica joven de Renoir sería, según Olga Palomares5, consecuencia de esta dominación masculina en la cultura, ha sido el hecho de que ellos han representado a una mujer sumisa, pasiva, cosificada y sometida a las leyes patriarcales que anulaban a la mujer-sujeto en favor de una mujer-objeto. La imagen de la mujer pasaba a ser un mero espectáculo erótico para la mirada del hombre. ¿Cómo hubiera sido un autorretrato de la “Chica joven con margaritas”? ¿Cuál era su nombre, Daisy?

 

Fragmento texto “Mujeres sin rostro” presentado en el Congreso Internacional de Arte y Género, Málaga 2019.

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